La primavera que el agua (no) altera
Hace poco más de 100 primaveras, en el año 1893, una sequía histórica de tan sólo 13 l/m2 se hizo eco en una de las zonas más importantes para el sector agrícola y turismo de nuestro país: El levante español.
Quién les iba a decir a Glub y a Fructuoso, uno de los tantos regantes afectados por la poca actividad del trasvase Tajo-Segura en la zona del sureste, que aquella tragedia no iba a ser ni la primera ni la última. Qué, hace apenas un año atrás, el año 2014 iba a “florecer” con un nuevo récord histórico de sequía en esta, cada vez más árida, región: 7 l/m2, la mitad de los que fue por aquel entonces ya un duro revés para una zona en la que el agua es su principal combustible y el trasvase, su mayor y único aliado. Y mientras esta colaboración continúe en el mismo limbo, donde el desacuerdo brilla por su presencia y agua por su ausencia, nuestra tierra se muere poco a poco. Porque esa agua además de darnos la vida nos une e indudablemente es algo que, cada día, nos hace más falta a todos y pasen las primaveras que pasen, nunca dejaremos de repetir bien fuerte un: ¡Sí a la vida! ¡Sí al trasvase!